Vocación agrícola
Colombia tiene 22 millones de hectáreas de suelo aptas para actividades agrícolas, pero solo se están utilizando 5,3 millones de hectáreas, según lo revelan cifras de la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (Upra).
Hay diferentes maneras de conocer la vocación agrícola de una finca, por lo que, quienes estén interesados, deben seguir al menos estos 3 métodos claves para establecerla.
Jorge Orlando Díaz, miembro del Comité Directivo de la Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos indicó que el primer aspecto a tener en cuenta es el de la medición técnica, con análisis de suelos y de agua; estudios hidrológicos y agroclimáticos de la región y estudios ecoambientales, entre otros.
El segundo es el reconocimiento visual, como los sistemas productivos del entorno, la observación de las características topográficas así como aspectos de mercadeo y comerciales.
El tercero consiste en la consulta institucional. Es clave verificar información en portales web y con funcionarios y oficinas del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, la Agencia de Tierras (Upra), la Agencia de Desarrollo Rural (ADR) la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap) y gremios agropecuarios, entre otros.
Indicó Díaz que quienes estén interesados en producir en sus predios deben aceptar que agricultura se escribe con ‘a’ de agua. Por ello, lo primero que debe revisarse es su disponibilidad suficiente y la posibilidad de evacuación en casos de excedentes.
Una vez se tenga esto claro, surge la inquietud de qué sembrar. Al respecto, el ingeniero Juan Carlos Vargas Bermúdez, de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales, explicó que, a través del tiempo, los productores agropecuarios han basado la vocación y el uso de sus predios, mediante conocimientos ancestrales o la prueba y el error.
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Esta situación ha venido cambiando en Colombia con la creación hacia finales del año 2011 de la Upra, la cual ha venido realizando el ordenamiento de las zonas productoras del país.
Gracias a ello, ha correlacionado las condiciones edafológicas, ambientales, con los requerimientos de los cultivos, definiendo de esta forma las zonas de mayor aptitud para su desarrollo, minimizando posibles impactos sobre la rentabilidad y viabilidad para los productores.
Con relación a la adaptabilidad, Vargas explicó que, conceptualmente, es la capacidad de respuesta a diversas condiciones. Bajo esta premisa, la adaptación de las plantas puede darse básicamente de 2 maneras: la evolutiva y la antrópica. La primera de ellas son los procesos naturales a través del tiempo, como el maíz y el fríjol, que se cultivan en la mayoría de los pisos térmicos y en diferentes latitudes.
La otra es la antrópica que es “inducida por el hombre”, y es en esta en la que se ha centrado el crecimiento agrícola de algunas zonas, donde al conocer los requerimientos de las plantas, se les ofrecen las condiciones para poder cultivarlas en lugares donde no existían, como las flores y el arándano, con un crecimiento vertiginoso.
Fuente: Adaptado de Agronegocios de La República. Autor original: José Mauricio Higuera.
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